martes, 27 de diciembre de 2016

El “pecado nefando” en la villa del Colima colonial

La Santa inquisición, que de santa solo tenía el nombre, se estableció en México en el año de 1571; y en ese mismo año, se tuvo el primer proceso judicial por sodomía. La sodomía, el “pecado nefando” a pesar de ser de ser perseguida por las leyes eclesiásticas, era una práctica muy difundida en la Nueva España.
Como dato curioso, en el México prehispánico, específicamente en la cultura azteca, se usaba la palabra Xochihuah para describir a él o la que sostiene actos homosexuales. Dicha palabra, puede derivarse de la palabra Xochi-tl (flor), para significar: “poseedor(a) de flores”. Aunque para los aztecas la homosexualidad no era bien vista, no hay evidencia alguna de su supresión como ocurrió después de la conquista española.
Retomando el tema. Desde el concilio de Trento en 1545 se precipito un movimiento de control sexual, cuyo eje era la defensa de la institución del matrimonio. Y aunque la persecución inquisidora en México termino después de la guerra de independencia, el discurso religioso continuo presente en el marco jurídico punitivo del México independiente.
En el archivo histórico del municipio de Colima, existen los indicios de un par de sentencias judiciales del siglo XVII que penalizaban el “pecado nefando”. La primera se dio en el año de 1604, en contra del español Baltasar de Saravia, quien fue condenado a la horca. La segunda sentencia fue para el español Cristóbal Preciado en 1609, quien fue condenado a cárcel pero fue absuelto posteriormente.
Ambas sentencias recaen sobre españoles que residían en la villa de Colima. No hubo indicios de algún mestizo, mulato o indio sentenciado por el pecado de nefando. Tal vez, porque el santo oficio, excluía a estas castas de sus leyes por inferiores e irracionales.
La impartición de justicia y el derecho en esos momentos, tomaba en cuenta por un lado un orden moral y por otro uno teológico, se tenía que vivir acatando las leyes del rey y de dios. El discurso del matrimonio como razón de actuar del poder punitivo, pierde en la actualidad sentido. Las decisiones judiciales en la impartición de justicia, toman un nuevo rey, un estado constitucional de derecho y, el nuevo dios, la dignidad del hombre.
Para aquellas atemporales colimenses que se oponen a los derechos de los matrimonios igualitarios, no los quiero decepcionar pero en el siglo XXI, el respeto a los derechos individuales es más importante que un discurso moral e incoherente que data del silgo XVI. La institución del matrimonio ha evolucionado y ahora más que nunca se vuelve una prueba de amor verdadero, y si hay amor, no hay mejor lugar en donde pueda crecer y desarrollarse un niño.

Ramsés Solórzano 

*El sustento histórico se encuentra en un libro y un artículo de orgullosamente un par de colimenses. El primero, Travestidos al desnudo: homosexualidad, identidades y luchas territoriales en Colima de Cesar Gonzales; y el segundo en Al servicio de su majestad, sentencias judiciales en la provincia de Colima en el siglo XVII de Claudia Machuca. 

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